jueves, 4 de marzo de 2010
Personal de la Subdirección de Dinámicas de Suelo del Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED) arribó el martes a la Villas Sánchez Magallanes, del municipio de Cárdenas, Tabasco, México, para evaluar daños por la devastación que durante años ha provocado la erosión marina en una franja de más de un kilómetro costero y aunque afirman que es la primera vez que reciben una notificación oficial sobre el fenómeno, lugareños señalan que han tocado puertas para que las autoridades intervengan, pero no se les atiende.
Según Protección Civil del estado y municipal, aseguran que alrededor de 40 familias debieran ser reubicadas por el deslave que llegó a sus patios, pero lo que habitantes dicen es que toda la península, en la que habitan más de 25 mil personas, sufre de la erosión que por los fenómenos naturales se viene registrando desde hace más de 20 años y muchas viviendas y edificios públicos que estaban asentados sobre la duna de la costa, han sucumbido por el embate.
Desde cualquier extremo, se observa y se percibe el abandono, la pobreza, las ruinas de construcciones de concreto y rústicas, el temor y el miedo de las familias por más desastre en la costa de este reducto puerto de Sánchez Magallanes, que cada vez es abrazado por los nortes que azotan con fuertes vientos y oleajes que amenazan con derribar más viviendas.
La impotencia se refleja entre las familias, que no duermen por la zozobra de que en cualquier momento podrían “desaparecer” porque puede que el vendaval supere los 120 kilómetros por hora y arrebate las viviendas endebles de paja y también las que están edificadas con material de cemento a punto de sucumbir, porque ya presentan daños en su estructura y el deslave carcome momento a momento sus cimentaciones.
Familias enteras como la Gómez Reyes y Candelero Reyes, dan cuenta de su miedo permanente. Fijando sus ojos al cielo y el mar embravecido que parecen unirse, sólo les queda decir resignadamente que “estamos a la voluntad de Dios, porque ninguna autoridad se preocupa por esta situación tan grave que estamos viviendo”.
Nos dicen, agregan, que debemos abandonar nuestras casas, pero somos pobres, no tenemos a dónde ir. No dormimos cuando hay norte, no estamos tranquilos, nuestros niños gritan ante la inclemencia, porque ya han visto cómo se desploman las construcciones.
Entre ésas familias se edificó el plantel de la escuela primaria “Venustiano Carranza”, pero la furia del mar que día a día gana terreno, desde hace muchos años inició paulatinamente la destrucción de esa infraestructura y en 2005, cuatro de los seis salones ya estaban derribados. Cerca, a unos ochenta metros, también se encontraba el próspero restaurante “El Polaco”, del que sólo quedaba la mitad. Y como esas construcciones, muchas más han sido derribadas y otras, están a punto de caer, porque la mitad de la duna que protege a la población y que estuvo cubierta de uverales, se la “comió” el mar.
De acuerdo al cuaderno estadístico municipal del INEGI, en su edición 2000, la Villa Sánchez Magallanes o “Barra de Santana”, es una de las siete localidades principales de Cárdenas y en la carta topográfica se localiza a los 18 grados y 18 minutos latitud norte, 93 grados y 52 minutos longitud oeste, y a 10 metros sobre el nivel del mar, aunque este último dato ya tuvo su variación, pues tan sólo en la orilla de la playa, se observa que las aguas salinas han aumentado su nivel y la población tiene entre sus patios el agua salina.
Desde la década de los ’70s, la industria petrolera explota la zona y hasta 1999 el volumen de producción anual en al menos 12 campos, era de más de 30 millones de barriles de crudo, que representaba un 17 por ciento de lo que se produce en el estado, así como más de 60 millones de pies cúbicos de gas natural, que redundaba en un 12 por ciento de la obtención estatal.
Pero ni siquiera por esta riqueza del subsuelo se le ha resarcido a las poblaciones asentadas, alguna parte de lo que PEMEX se ha llevado, inclusive, cientos de personas fueron afectadas con retención de aguas, lluvia ácida, derrames de hidrocarburos y hasta explosiones de ductos que han cobrado vidas humanas, pero tampoco no son atendidos si no es a través de movilizaciones y estrategias de presión social.
Sánchez Magallanes ha venido retrocediendo por el descuido y abandono de más de 20 años; también en 2005, el entonces alcalde en turno, Tomás Brito Lara reconoció que ningún empresario quiere invertir en la rama turística, porque existe el constante peligro por los cambios climatológicos que amenazan con devastar totalmente lo que se consideraba como un puerto marítimo.
La población coincide en que desde la década de los 70s, cuando por el boom petrolero se tuvo que abrir lo que ahora se conoce como “Barra o Boca de Panteones”, el mar del golfo entró al complejo lagunar El Carmen-Pajonal-La Machona y la salinidad arrasó con más de 80 mil hectáreas de diversos cultivos y de actividad ganadera; desde esa época también comenzó la trágica erosión marina, la cual ha ganado cientos de metros de tierra firme, adentrándose hacia los asentamientos y amenazando con unir las aguas del Golfo con las citadas lagunas.
Las tormentas tropicales dimanadas de huracanes como “Gilberto, Opal, Roxana y Rubí”, también han acercado más el mar hacia la población, pues el fuerte oleaje tiende a desaparecer la duna de tierra y uverales que en años pasados se observaba desde lo que eran las playas. Ante tal embate que parece no tener remedio, la ciudadanía ha alzado sus voces expresando el temor de que por los cambios climatológicos y la generación de movimientos telúricos de grandes intensidades, también se registren desgracias en la franja del mar del Golfo de México.
El señor Miguel Cosmópulos López, presidente de la Federación de Sociedades Cooperativas de la Industria Pesquera y Acuícola del municipio de Cárdenas, manifestó que “la erosión marina se intensificó desde hace aproximadamente 15 años a la fecha; junto con Andrés Sánchez Ventura, Guillermo Arias y Aarón Vargas Bautista, han realizado diversas gestiones para que se hiciera algo.
Lograron que se hiciera un proyecto de gobierno y cuando parecía que se haría realidad, se truncó y el su trienio, el alcalde, Oscar Alberto Priego Gallegos, les dio la espalda; posteriormente llegaron investigadores de la UNAM, quienes hicieron otros estudios, pero tampoco nada en concreto. A principios de 2004, Graciela Trujillo, de SEDESPA, les dijo en el puerto de Frontera, que había 30 millones de pesos para un proyecto de construcción de espigones, pero sólo hicieron unas escolleras y colocaron tubos geotérmicos, que son insuficientes para el fenómeno de la erosión.
Afirmaron que la solución al embate marino, es la construcción de espigones, pero para eso se requiere de una importante inversión. No tenían más colocar barreras aisladas de madera de palma de coco, que es nada ante la furia del mar. Dijeron que las acciones que deban hacerse, tienen qué ser urgentes, porque no es nada más la afectación de Sánchez Magallanes con el derribe de casas y edificios, sino que la cuestión es que la salinidad avanza por el subsuelo y si no se para, puede afectar a más comunidades de Cárdenas.
Lamentaron la devastación que causa el fenómeno, porque ha destruido varios edificios de restaurantes y escuelas, además de unas 150 ó doscientas viviendas y todo, ha sido pérdida total, porque los propietarios no tienen a quién acudir, nadie los escucha y por lo tanto, nadie pagará el daño causado irremediablemente.
El temor que siente la población, por la llegada de alguna catástrofe, es constante, pues comentaron que por todos los medios a su alcance, han visto la tragedia ocurrida en el continente asiático, africano y americano “y nuestra zozobra aumenta, porque estamos en una península y con un fenómeno menor, nosotros estamos acabados, porque casi estamos sobre el nivel del mar”.
“Ya no hablemos de un fenómeno de esos, un maremoto o tsunami; aquí no ha pegado ningún ciclón, pero el día que pegue uno, desaparecemos, pero por ahora, nosotros ni las autoridades, estamos preparados para enfrentarlo, no hay ningún tipo de alarma, por ese lado sentimos que estamos totalmente abandonados por nuestros gobernantes desde hace más de 20 años; de ocurrir una tragedia, el impacto en el ecosistema sería brutal, que afectaría también los proyectos acuícolas que hay tanto en la costa grande, como en la chica, pues al menos en ésta se tienen diversos estanques para la cría de camarón.
Son alrededor de 37 kilómetros en la franja del mar del golfo, en donde hay varios asentamientos humanos, con más de 25 mil habitantes. Una buena parte de éstos son ciudadanos con derecho a ejercer el voto constitucional. El sentir de éstos es que los gobiernos en turno deben interesarse por el rescate de la zona costera, que se haga realidad la aplicación de las cifras que se anuncian, sin que se politicen los programas y proyectos.
Ante este escenario que se acrecienta cada día que transcurre, Leobardo Domínguez Morales de la Subdirección de las Dinámicas de Suelo del CENAPRED, refirió que es primera vez que les notifican oficialmente el asunto y que arribaron, para evaluar el fenómeno y sus posibles implicaciones de riesgo para la población civil.
Emitirán un informe para que el estado y la federación tomen la determinación de evacuar a las familias que habitan la zona o bien, reconstruyan el lugar, porque hay muchas viviendas que ya están desocupadas, pues el riesgo es permanente al habitar en ellas.
En La Punta, que es la comunidad más golpeada por la erosión, podrían promover la reubicación de al menos 180 familias asentadas, en donde por el fuerte oleaje del último norte, erosionó y derribó unas diez viviendas; el coordinador municipal de Protección Civil, Isabelino López Brito, informó que ya buscan adquirir un predio de 10 hectáreas, pero faltarían recursos del orden federal y estatal, para edificar casas.
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